revista de actores y actrices en movimiento
2014 - año IV
Estaba, como cada día a primera hora, escuchando esas constantes y devastadoras noticias con las que nos dan los buenos días cada mañana los noticiarios, los informativos, la prensa escrita, la virtual, los programas de televisión empeñados en contar con expertos que de nada saben… noticias sobre desahucios, quiebras, procesos judiciales de casos de corrupción, devaluación del país, deterioro de la sociedad, etc… cuando me vino a la cabeza una idea que en principio me pareció genial pero que después de un tiempo no muy largo de reflexión, me pareció realmente una barbaridad. Se me había ocurrido que eliminando los intereses se podía solucionar el peso de la losa de la deuda en la que estamos atrapados. Esto es, que de las deudas existentes sólo se pagara el principal, y que desapareciera la obligación de pagar intereses. Esto para gobiernos, empresas y particulares. ¡Que locura! Pero aún así, ese mismo día debía verme con mi amigo y él sabe mucho de esto, así que, pese a sentir que iba a hacer un ridículo espantoso, cuando tuvimos un momento de tranquilidad se lo conté y ¿qué paso? Pues… que me llevé una sorpresa inimaginable.
EDUCACIÓN FINANCIERA
por Ángel Maestre

Ángel Maestre es Actor, docente y Asesor financiero, económico y fiscal
Nº 16: Los intereses.
La perversidad del sistema monetario.
(1ª Parte)

Estaba, como cada día a primera hora, escuchando esas constantes y devastadoras noticias con las que nos dan los buenos días cada mañana los noticiarios, los informativos, la prensa escrita, la virtual, los programas de televisión empeñados en contar con expertos que de nada saben… noticias sobre desahucios, quiebras, procesos judiciales de casos de corrupción, devaluación del país, deterioro de la sociedad, etc… cuando me vino a la cabeza una idea que en principio me pareció genial pero que después de un tiempo no muy largo de reflexión, me pareció realmente una barbaridad.
Se me había ocurrido que eliminando los intereses se podía solucionar el peso de la losa de la deuda en la que estamos atrapados. Esto es, que de las deudas existentes sólo se pagara el principal, y que desapareciera la obligación de pagar intereses. Esto para gobiernos, empresas y particulares. ¡Que locura! Pero aún así, ese mismo día debía verme con mi amigo y él sabe mucho de esto, así que, pese a sentir que iba a hacer un ridículo espantoso, cuando tuvimos un momento de tranquilidad se lo conté y ¿qué paso? Pues… que me llevé una sorpresa inimaginable.
Según me dijo, resulta que “los intereses” son una característica común que comparten todas las monedas nacionales, pero esto de cobrar intereses por el dinero forma parte de una creencia de la sociedad que supone que es un rasgo intrínseco del proceso pero que, ¡sorpresa!, no ha sido así en la mayor parte de la historia de la humanidad. De hecho, las tres religiones bíblicas (el judaísmo, el cristianismo, y el islam) prohibían la usura de manera enfática, y definían la usura como el cobro de cualquier interés por el dinero prestado.
Y más sorpresa todavía, la Iglesia Católica estuvo totalmente en contra del pecado de la usura hasta el siglo XIX. Después, simplemente, se ha olvidado de este asunto. La importancia histórica que se le dio a la usura en las enseñanzas de la Iglesia Católica sólo es comparable con la que se les da en la actualidad a los pecados sexuales y al aborto.
Mi amigo me dio una clase de historia en este sentido, me dijo que la sucesión de concilios que han condenado esta práctica particular como uno de los pecados más despreciables, es impresionante.
A título de curiosidad, en el concilio de Viena (1311) era de tal rigor que se manifestó: “cualquier gobernante que no considere criminal a quien cometiera usura dentro de su distrito y no lo castigara, sería excomulgado (aunque él mismo no hubiera incurrido en el pecado).”
Me contó la historia de Estelle y Mario Carota, dos católicos mejicanos, que en la esperanza de liberar a los países latinoamericanos de la crisis de la deuda que se agravó en la década de 1980, hicieron en 1985 un pedido formal al Vaticano para que aclarara su posición ante la usura.
La Oficina de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una institución de autoridad muy reconocida que estaba entonces a cargo del cardenal Ratzinger (quien fuera después el Papa Benedicto XVI), les informó de que la doctrina de la usura nunca se había redefinido, es decir, no había sufrido ningún cambio.
Los mejicanos intentaron entonces recurrir a la opinión de expertos jesuitas, agustinos, dominicos, salvatorianos, e incluso profesores de teología moral en los seminarios sobre teología de la justicia moral en el Tercer Mundo, pese a lo cual no encontraron a nadie que recordara la olvidada “doctrina de la usura”.
Con todo, entendí que mi idea sobre eliminar los intereses no era tan absurda, no en vano ya había quien se había preocupado durante siglos de dejar claro que esto de cobrar intereses era “pecado”.
Por lo tanto, ahora lo importante es saber cuáles son los efectos que provoca este concepto, que en nuestra cultura se da como inamovible. Analizar los efectos del interés será objeto del próximo artículo. Así que, voy a tener una charla larga y profunda con mi amigo para que me cuente y así, compartirlo con todos vosotros muy pronto.
¡Hasta entonces!
