Quiero aquí compartir con vosotros mis primeras experiencias con las constelaciones sistémicas aplicadas al teatro, al desarrollo de la dramaturgia de una pieza, y por extensión, también a todo proceso creativo, desde la propia organización del grupo que monta una obra, hasta la creación y desarrollo de personajes y argumentos. Pasé del escepticismo y la desconfianza a una nueva realidad: las constelaciones son ahora una poderosa herramienta de trabajo en los proyectos de mi compañía, y en los que tengo la suerte de ser invitado para aplicarlas en montajes de otros grupos y creadores escénicos. 

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Todo empezó en 2006 montando “Fando y Lis”, de Fernando Arrabal, bajo un extraño halo de casualidades, a veces “demasiado extrañas”. Alejandro Jodorowsky fue un caso representativo. No sé si sabéis que él y Arrabal fueron estrechos colaboradores cuando se desvincularon del grupo surrealista de André Breton. Fundaron, junto a Topor, uno de los núcleos creativos más fecundos y delirantes del postsurrealismo, el Teatro Pánico, con su voluntad provocativa, sus radicales postulados teóricos y sus exploraciones rituales, atávicas y psicomágicas. Arrabal aportó una escrupulosa y matemática escritura de fuerte vinculación simbólica, no abstracta sino cultural, ritual y ceremonial. Para entonces, Arrabal ya había escrito “Fando y Lis”, y sobre ella Jodorowsky edificó su primera película, original y enigmática, pánica.



Así que cuando en un taller de Tarot, Yamam Serrano, nuestro Fando, entregó a Alejandro Jodorowky un dossier del proyecto, su respuesta fue increíble: se llevó a casa el dossier, colocó sobre él el arcano de la Fortuna durante unos días, y nos puso en contacto directo con el autor.

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Yo había conocido a Jodorowsky unos meses atrás. En una conferencia había visto cómo usaba las constelaciones para sanar vínculos entre familiares. Las constelaciones tenían una estructura primitiva, sencilla y directa, más vinculada a la genealogía que al sistema, pero, en todo caso mostraban misteriosas correlaciones con la realidad emocional de los constelantes. Algo había, pero, ¿cómo comprenderlo?, ¿a qué atribuirlo? Al no hallar respuestas “racionales”, decidí apartar a un lado esa “mágia” ancestral.