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DESDE LAS BUTACAS

A primera vista, parece que el teatro, tal y como lo conocemos, se está terminando. Bajan las luces y telón. Parafraseando a la gran dramaturga Lluïsa Cunillé y su magnífico título “Après moi, le déluge”, podríamos decir que lo que viene después es el desierto.



A una servidora le encargaron escribir reseñas de teatro. Para eso, hace falta ver teatro, mucho teatro. Para aprender, tener visión crítica, quedarse con lo mejor, contextualizar y comparar. Pero mientras capeábamos el 21% de IVA y ese ERO silencioso, no nos dimos cuenta de que el enemigo estaba en casa. Con la decisión de ADETCA (asociación de teatros de Cataluña), respaldada por los Teatros Públicos -se tendría que revisar a fondo el concepto de lo público… pero esto da para otro artículo, si no para novela- de retirar los descuentos a los asociados a la AADPC, asistir al teatro va a ser casi otro lujo. Como comprarse jamón del bueno. Irse a cenar fuera. Regalarse una sesión de peluquería y manicura. Todo eso que se hace acompañado de un “porque yo lo valgo” en momentos de bajón, en días señalados, aniversarios y Navidad.


“Pitorreo” y “desfachatez” son dos palabras que a una servidora se le vienen a menudo a la cabeza desde que leyó la noticia. “Puteo”, también, y una no es muy dada a las obscenidades, lo juro. Porque, a ver, ¿a quién se le ocurre semejante medida? ¿A qué cabeza pensante? En momentos de crisis, cuando hay que apostar por sinergias, poner trabas a la asistencia de los profesionales a los teatros es escindir creativamente la profesión. Toda esa inspiración que aparece cuando uno está sentado en las butacas, esas birras después de la función, esos mails de: “te vi en tal obra, me gustaste, ¿te apetece hacer unas lecturas de un texto en el que estoy trabajando?”, ¿Ahora qué? ¿Dónde va a ocurrir esa magia, ese hilar ideas, ese “networking” del que se llenan la boca los expertos en liderazgo y desarrollo personal? Todo lo que pasa en silencio entre butacas, en ese diálogo entre la escena y el que mira, es el agua subterránea que nutre este oficio. “Après cela, le desèrt”.



Pero por suerte todo desierto tiene sus oasis. ¿Dónde? Pues habrá que buscarlos. Una pista: muchos de ellos se encuentran fuera de las salas. Hay teatro, y del bueno, en lugares insospechados. ¿Nos echan de los teatros? Vayámonos a los bares. Un sábado por la noche cualquiera, en un bar medio escondido entre las callejuelas del Raval, una servidora tuvo la suerte de asistir a una velada exquisita, servida de la mano de Radioman, el alias de Joaquín Daniel, actor, escritor, cantante, músico y lo que se tercie. Echando mano de su diario, asistimos a la narración del periplo vital de un inmigrante argentino en Barcelona, en busca de una vida mejor. Joaquín Daniel nos narra y nos hace cómplices de sus aventuras. Desde su llegada en plena burbuja inmobiliaria y euforia colectiva, a sus amores y desamores, sus clases de catalán – con homenaje a Gabriel Ferrater incluido - y claro, el final del cuento, el “¿y ahora qué”. Y hay que decirlo: allí, sentados en un banco, con una cerveza delante, sin focos ni proyecciones, asistimos a una de esas grandes noches. Una noche en la que los problemas vuelan y una se siente afortunada de tener ese momento entre sus manos, y lo único que quiere es estirarlo hasta que ya no dé de más, para no salir a la calle y volver a la realidad.

por Roser De Castro



“RADIOMAN. DEAR DIARIO VOL.1”​



Texto, música e interpretación de Joaquín Daniel.
Con la colaboración al piano de Marcelo Arnal.
La Lupita del Raval. 18 de mayo del 2013.

“Nos vemos en los bares” (O cómo escribir un Desde las butacas sin butacas)​​

Joaquín Daniel no es sólo un magnífico intérprete. Escribe bien. Los textos tienen ternura, poesía, ironía, un inteligente sentido del humor. Además, canta de maravilla todo lo que se le eche por delante: jazz, bossa nova o blues.  Se atreve hasta con un striptease. Y sobretodo, nos regala amor. Amor a esta ciudad, amor al amor en sí, al oficio de actor, e incluso a este momento vital tan jodido. Como él mismo nos dice al terminar la función, hay que agarrarse fuerte a lo que no nos pueden quitar ni recortar: creatividad, imaginación, ganas y tiempo. Al abismo de la página en blanco. Él, como buen argentino, sabe de lo que habla.



Una servidora tiene otro amigo argentino, Gabriel, un dramaturgo maravilloso, que se vino a pasar una temporada a España. A su vuelta, nos mandó este mail: “en Madrid me alojó una amiga española. Ayer las conté y dijo 32 veces la palabra ”crisis” en una tarde. Así que, como experto sudamericano en “crisis”, me atrevo a dejarles una sugerencia de corazón. La crisis no es de ustedes. Es de los bancos, de los gobiernos, del capital financiero. Así que no se hagan cargo de ella. Les meten la noción de crisis para justificar todo. Que les den por culo. No se dejen robar la alegría, las ganas de hacer, los proyectos. Para eso no hace falta dinero. Una sociedad más rica no es más feliz. Y si no, vayan a Finlandia, donde tienen el ingreso per cápita más alto y a la vez el índice de suicidios más alto (o salgan de copas con un finlandés, nada más aburrido). En España no hay crisis de creatividad, de voluntad de superarse, de proyectar, de crear. Así que adelante, amigos. Tenemos la suerte de que para hacer teatro se necesita muy poco. Entonces a hacer, a llenar todos los espacios y escenarios posibles con sus historias y propuestas. “


Gracias por todo, Joaquín. Nos vemos en los bares.

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